Y venga a coger libros del suelo y venga a ordenarlos por orden alfabético según el autor y la temática. Ser la encargada de la biblioteca no estaba mal, pero cansaba. Me servía para hacer mis trabajos, ya que normalmente hojeaba todos los libros que recogía y ordenaba. Incluso fui capaz de memorizar la mayor parte de los escritores y escritoras menos relevantes.
Aquel día la biblioteca estaba hecha un cristo. Los alumnos habían cogido los libros que necesitaban para hacer sus deberes, sin embargo no se habían tomado la más mínima molestia en devolverlos a su sitio. Claro, para eso estaba yo, ¿no? Cogí los libros de mala gana y comencé a ordenarlos, intentando que se me fuera aquel enfado y mirando de no equivocarme.